19 de enero de 2013

Rutina

2:30 de la madrugada. Estás desvelada, como otras tantas noches. Tumbada en la cama, no tienes pensado pensar en nada pero mil cosas se te pasan por la cabeza. ¿Estarás haciendo lo correcto con tu vida? Tienes la suerte de vivir sola, quién le diera a muchas. También duermes sola, y no te disgusta para nada. Recuerdas las veces que metiste a alguien en esa cama y definitivamente te alegras de vivir sola. Irte de la casa de tus padres fue de las mejores cosas que te pasaron, pero tu época de universitaria pasó y ahora construyes tu vida en las afueras de la ciudad, en un edificio viejo, con muebles viejos y con olor a viejo. Notas la casa fría, el alquiler no incluye calefacción y no estás para gastos. Escuchas voces en el bar de abajo. Te acuerdas de Ginés, el camarero con el que te cruzas miradas desde el primer día que pisaste el local ya hace más de un año. Fue el día que la casera te dio las llaves del piso, tenías las fuerzas que ahora te faltan para explorar la ciudad y decidiste empezar por visitar el bar que hay en el bajo del edificio. Qué cutre te pareció cuando entraste. Te sentaste en la barra y pediste un agua con limón, pero no te atendió la persona en la que te fijaste al entrar. Ginés estaba ocupado limpiando las mesas del fondo y lo cierto es que nunca te atendió él en todas las veces que fuiste, que realmente tampoco fueron muchas. No sueles bajar al bar nada más que cuando vienen visitas forzosas a las que no quieres enseñar tu desastre de casa e invitas a tomar un café. Y Ginés siempre está ahí, te mira y cuando tú te das cuenta aparta la mirada. Ahora ya es rutina, a veces incluso le sonríes y se pone rojo, o eso te parece. Ojalá algún día uno de los dos os atrevieseis a hablar, lo mismo acaba ocupando el espacio vacío de tu cama. Te entra sed. Vas descalza hasta la cocina. El parqué chirría al pisarlo e instintivamente andas con más cuidado, como si no quisieras que nadie te escuchara. Coges un vaso de agua del grifo. Miras la nevera y las fotos que hay pegadas en ella. Qué recuerdos. Están todas las personas importantes en tu vida. Fotos de viajes, de familia, de noches de fiesta... Pero ahora esas personas parecen estar muy lejos de ti, aunque sabes que cuando vuelvas ellos seguirán ahí. Miras el reloj, vaya hora... Vuelves a la cama. Te metes debajo de las sábanas dejando el hueco del lado izquierdo de la cama libre. No sabes por qué lo haces pero siempre es así. Costumbre, supones. Cierras los ojos, intentado conciliar el sueño y con un único deseo: que esta no sea la rutina de cada noche. El resto está todo bien.