8 de julio de 2011

Un lamento hecho melodía.



Se acerca al cristal. No puede ser. No es capaz de dejar una marca sobre él. No es capaz de humedecer ni una sola parte de la enorme cristalera que desvela un campo seco y oscuro. Acerca la mano a la boca. No se calienta. Dos lágrimas resbalan sobre la parte derecha de la cara. Lleva la mano pálida hasta ella. Está fría. Se deja caer sobre la madera húmeda del suelo. Llora. Llora tanto como puede. Nadie la va a oír. Nadie la va a socorrer. Nadie la va a ayudar. Se queda callada. De repente, escucha el canto de un piano. Un lamento hecho melodía. Tiene la sensación de que lleva sonando toda la vida y nunca se diera cuenta. La continuidad de notas suenan en la vieja casa, haciendo temblar el cristal. Haciendo temblar el hilo de su voz al cantar. No quiere que calle nunca. Su aliento está frío y es lo único que tiene.