20 de agosto de 2011

azul&verde

Iremos a visitar el Anillo de Oro en Rusia cubiertos de mil capas de lana para protegernos del frío; descansaremos a la sobra gigantesca del Cristo que domina Río,
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pararemos en silencio frente al Taj Mahal en India, un edificio extraordinariamente blanco apoyado sobre arena roja, que un rey hizo construir por amor a su esposa;
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bucearemos en las aguas de la barrera coralina después de pasar por el Teatro de la Ópera de Sídney; participaremos en la ceremonia del té en un rincón inolvidable de Tokio.
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Aún nos queda por navegar el Danubio y contemplar un géiser islandés; comer un cannolo siciliano a la orilla del mar;
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tomar una foto en blanco y negro en el Sena;
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pasear mirando a todos los artistas de las Ramblas; robar polvo de la Acrópolis; comprar ropa en la Gran Manzana y ponérnosla en seguida en el Central Park;
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pasear en bicicleta entre los canales de Ámsterdam, procurando mantenernos el equilibrio para no caer al agua;
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tirar al menos una piedra de Stonehenge; dar un par de saltos por el borde de un fiordo noruego con el riesgo de desempeñarnos
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y tumbarnos en un inmenso prado irlandés pensando que en el mundo solo existen dos colores: azul y verde…
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Blanca como la nieve, roja como la sangre.
Alessandro D’Avenia.